Me llamaré Laura... A veces tengo la impresión que sigo ligada a mi infancia, algunas veces acudo a ella para quedarme dormida; otras, enciendo unas velas para conseguir un ambiente bohemio y, para volverme a sentir una gentil-hembra del medievo, he pensado hacer el "Camino de Santiago". No hay nada malo en arriesgarse si quién paga es una misma.
He viajado sola en muchas ocasiones, todo son experiencias; pero la que más, la generosidad de los desconocidos, como dice en la película un "Un tranvía llamado deseo" *
Ese día, abrí mi diario y escribí: Necesito reiniciarme, poner más veces buena cara, integrar de una vez "esos" puntos débiles, diseñar un mundo a mi medida, libre, generoso, distópico, divertido, sin culpables, sin resentimiento... Tengo todos los ingredientes. Preparada, Lista ¡YA!
Pasaron dos años de la pandemia, en ese tiempo entrené duro, y cuando estuve lista me puse en marcha. Poco a poco las cosas han vuelto a la normalidad. Ya verán.
Ocurrió una mañana tranquila de abril, tras una larga caminata fui directa al albergue de peregrinos. Al entrar me llamó la atención una inscripción que decía: "Debemos escuchar con los ojos".
- ¡Bienvenida princesa!
- ¿ Quién eres ?
- Adivina adivinanza: " Me gusta esconderme en los lugares donde no puedo ser vista, porque me permite observar lo que ocurre a mi alrededor" .
- ¡¡Eres una gata parlante!!
. Efectivamente princesa.
- ¡Entonces es cierto lo que dicen!. ¿No te veo, dónde estás?
- Muy cerca de ti, justo en la litera de arriba. Me llaman AGRA por que sé escuchar.
- ¡ Y yo Laura!. Me muero de curiosidad, ¿sabes que significa la inscripción que hay en la entrada?
- ¡Sí!. Por fin, os estáis portando "mejor" con nuestra raza. Os tenemos muy estudiados; nos llama la atención vuestras contradicciones; una misma emoción unos días os llena de felicidad, y otros os angustia. ( de ahí vienen los abandonos). Tenemos una cosa en común, pasamos miedo; el miedo es algo biológico, nos ha ayudado a evolucionar porque nos alerta de los peligros. Lo curioso es que vosotros teniéndolo todo, sigáis pasando miedo. Y ahora vienen lo "mejor", la gran mayoría de los miedos que sufrís, son creaciones de vuestra mente, es inherente a vuestro ADN. Un órgano muy interesante y muy problemático. El ejercicio físico ayuda muchísimo, se activan muchas hormonas que actúan donde más lo necesitas. La meditación, el Milfundes, o estar atento, son técnicas milenarias que siguen siendo las más efectivas, no ha salido nada mejor, ni más barato, y sin efectos secundarios.
Los sabios budistas buscan lo que no está visible, porque saben lo importante que es entender/ comprender a los demás, como una extensión de ti mismo. (aquí, lo llamamos empatizar) Nos enseñan a observar a quienes nos rodean, sin olvidar las expresiones del lenguaje no verbal ( la mirada, los gestos, la posición del cuerpo, ) da mucha información, más que las palabras. Todo esto significa ESCUCHAR CON LOS OJOS.
- Pero tranquil@, en todo somos unos aficionados , en nuestra corta vida no tenemos tiempo de otra cosa que experimentar. Espero que mis palabras no te hayan convencido, sentiría que he fallado.
- ¿No te entiendo Agra?.
- Veo que has mostrado cierto interés en lo que te he contado; ahora ¡ponlo en práctica y observa lo qué pasa!. Es el momento de hacerse preguntas, porque si no, se perderán en el olvido.
Por eso los libros de autoayuda no funcionan. Son solo teorías, muy buenas, demasiado, al principio, gracias al efecto placebo todo va de maravilla; hasta que sin saber cómo, ni por qué, vuelves a ser la de siempre, resultado, frustración por recaer, justo en cuando ibas por el capítulo 8. Sé de lo que hablo. Hay que leer/escuchar a los buenos; seguro que los conocéis, son Jose Antonio Marina, Borja Vilaseca, Dr. Mario Alonso Puig, María Jesús Álava, Lou Marinoff, los Punset, padre e hija... hay otra maestra que, a pesar de los pesares, no está nada mal, y soy yo.
P.D. La fotografía pertenece a NARO PINOSA
(*) "Un tranvía llamado deseo" es una obra de teatro estadounidense escrita por Tennessee Williams 1947, y llevada al cine en 1951, por Elia Kazan, con la actriz Vivien Leigh, y Marlon Brandon en una de sus mejores actuaciones.