La primera reflexión q genera la contemplación de este cuadro es la precocidad de Pablo Picasso, ya que lo pintó cuando tenía 16 años. La escena recoge a un médico, que representa la ciencia, y a una monja, la caridad, esta lleva en los brazos a la hija de la enferma. El médico no es otro que el padre de Picasso, profesor de dibujo que le indujo a pintar este cuadro de gran tamaño 197x249,5 cm.
Por el aspecto de la enferma y la época en que fue pintado el cuadro es fácil de deducir que se trata de una enferma de tuberculosis. Picasso lo refleja en la palidez de la cara, los ojos hundidos y las mejillas descarnadas, los dedos largos y huesudos, y un estado general de abatimiento típicos de esta enfermedad. De hecho, la tuberculosis se conocía desde antiguo con el nombre de tisis, palabra griega que significa consumición. Cuando Picasso pintó este cuadro ya se sabía que era producida por el bacilo de koch, pero pasaron casi cincuenta años hasta que apareció la estreptomicina, el primer antibiótico eficaz contra este bacilo.
La tuberculosis era mortal en la mayoría de los casos y durante el siglo XIX, llamado también "el siglo de oro de la tisis" la enfermedad estuvo rodeada de un aura romántica. La melancolía de la enferma tísica sugirió personajes de novela-Margarita Gautier- la dama de las camelias creada por Dumas- y de ópera- Mimí de La Bohème-con finales inevitablemente trágicos. Músicos como Chopin, pintores como Rosales, Watteau, escritores como Steveson, Chèjov, G.A. Becquer, Kafka, o Orwell, murieron de lo mismo. La gran novela LA MONTAÑA MÁGICA, sobre la vida en un sanatorio de tuberculosos, contribuyó a que su autor el alemán Thomas Mann, ganase en premio Nobel de Literatura en 1912.
Ironías del destino, el doctor francés Teófilo Laënnec, inventor del estetoscopio, falleció también víctima de la enfermedad que con ayuda de su nuevo instrumento tantas veces había diagnosticado.