ROSALÍA: ANATOMÍA DE UNA MUJER Después del entierro de su madre, los días transcurrieron lentos, fatigosos y con un silencio espesísimo. Ya habían pasado más de seis meses, y aunque las cosas tornaron al color de antes, mi amiga del alma aún no había superado el duelo. Ella me decía que no le importaba, que algunos duelos tardan años en sanarse, pero con ello vives y hasta te enriqueces. También me comentó que estaba escribiendo sobre la vida de su madre, centrándose en su Parkinson y en su piano, para presentarlo a un concurso literario. Fue al morir su padre,…