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Miércoles, 10 Abril 2019 19:52

ROSALÍA: ANATOMÍA DE UNA MUJER

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ROSALÍA: ANATOMÍA DE UNA MUJER

 

 

 

 

 

         Después del entierro de su madre, los días transcurrieron lentos, fatigosos y con un silencio espesísimo. Ya habían pasado más de seis meses, y aunque las cosas tornaron al color de antes, mi amiga del alma aún no había superado el duelo. Ella me decía que no le importaba, que algunos duelos tardan años en sanarse, pero con ello vives y hasta te enriqueces. También me comentó que estaba escribiendo sobre la vida de su madre, centrándose en su Parkinson y en su piano, para presentarlo a un concurso literario.

 

          Fue al morir su padre, cuando se la trajo a vivir con ella; estuvieron juntas diez años, lo recuerdo muy bien porque coincidió con la fecha de mi boda. Somos amigas desde el instituto, y además vivimos en el mismo rellano  de un quinto piso con ascensor.

 

          Al principio tuvieron sus rifirrafes, lo sé, porque las oía por el patio de vecinos. Pero un día las voces se disolvieron , y la vida les fue muy agradable.

 

        Su madre, era de esas personas, que se hacen querer al instante. Su cara, a pesar de la inexpresividad que acarrea el Parkinson, dibujaba una sonrisa acogedora. Nos teníamos mucho cariño, para mí fue un ejemplo de superación y serenidad. Nunca la oí quejarse, y eso que tenía grandes dolores de espalda debido a su osteoporosis y a los múltiples pinzamientos; pero el mayor impacto fue cuando le diagnosticaron el Parkinson a los 71 años.

 

         Es una enfermedad que llega sin hacer ruido - me explicó - y de forma lenta pero progresiva. El primer síntoma que sentí fue una rigidez en todo el cuerpo, no le dí importancia, lo achaqué al cansancio... hasta que un día, una llamada de teléfono anunciándome la muerte de mi gran amiga Matilde Galán, desencadenó un ligero, pero continuo temblor de manos. Tras las pruebas pertinentes, el neurólogo me diagnosticó que tenía PARKINSON.

      - No te lo vas a creer, pero acepté la enfermedad con la docilidad de un apóstol. En lo único que pensé fue en mi piano. - ¿ Podré seguir tocándolo ? - Por supuesto, me contestó el médico y nunca deje de hacerlo porque le ayudará a fomentar la plasticidad neuronal.

        Después pasé al “Estadio 2”, los temblores iban en aumento; también noté como mis piernas se quedaban bloqueadas al iniciar la marcha, y mis manos empezaban a fallarme en las teclas del piano. En poco más de cinco años, había pasado al “Estadio 3”. Fue entonces cuando nos informaron que en Granada, en el Hospital “Virgen de las Nieves”, estaban haciendo una operación delicada, pero cien por cien segura. Contesté que sí, sin dudarlo. Nos advirtieron, que los temblores desaparecerían, pero la enfermedad seguiría su curso. Básicamente, la operación consiste en ponerte unos electrodos en el cerebro (tálamo derecho); estos emiten unas pequeñas corrientes eléctricas para estimular la corteza cerebral . Recuerdo lo tedioso que fueron las pruebas preliminares.

      - ¿Ves este bulto situado bajo la clavícula ? es un Estimulador. Su misión es hacer que los electrodos funcionen, va con una pila, y como cualquier pila, dependiendo del uso que le des, dura más o menos. Empecé a coger la costumbre de desconectarla por las noches, el mecanismo consiste en pasarle un sencillo imán... Cuando me toca ir a Granada para mi revisión anual, siempre me dicen lo mismo: - usted es la paciente a la que más le está durando la pila - Y es que solo la activo por las tardes, cuando me siento a tocar el piano.

 

       El piano de Rosalía no era un piano corriente, en realidad fue una pianola, una excelente pianola fabricada en EE.UU. Se trata de un piano más alto que los normales. En su interior había unos mecanismos neumáticos que permitían la entrada de aire, que a su vez activaban las teclas para que sonara. Era un piano mágico, decía, porque tocaba solo. Aunque me contó que, si le dabas a los pedales podías crear algo personal, podías cambiar la intensidad, y hasta la velocidad de la melodía. También me comentó que se hicieron muy populares a finales del XIX y principios del XX, pero con la llegada de la radio y del gramófono, cayeron en desgracia, y también sus precios. Fue así, como sus padres pudieron comprarle uno. Le pregunté qué había hecho con los rollos de papel perforados. - Los vendí, al igual que la maquinaria, ¡para qué los quería!, yo solo necesitaba el piano.

 

     Rosalía estaba muy unida a él, no se separaron nunca. - ¡ Ni una sola vez se ha desafinado, y eso que ha tenido varias mudanzas! - me contaba - La más dura fue cuando lo llevé de recién casada al pueblo de mi marido, Mequinenza. Pasamos cinco años lejos de mi tierra. Él tuvo que superar las humedades del Ebro yo... las hostilidades de mi cuñada. Juntos nos sorprendió lo desfavorable, y juntos lo superamos.

 

      Quiero revelarte un secreto, pero tienes que prometerme que no se lo dirás a nadie: ¡Mi piano tiene vida propia ! A través de él me he conectado muchas veces con el Universo… ahora ya menos. Pero lo mejor de esta sinrazón, es que ahora se ha encaprichado de mi hija. Percibo en ellos cierta complicidad ... ¡ algo se traen entre manos! .

 

      Desde muy jovencita percibí su jovialidad; lo captaba en forma de ligerísimas vibraciones. Fueron los años más felices de mi vida, en compañía de mis padres y de mi hermana. Por la casa siempre rondaba una alegría carnavalesca. A menudo, cuando una pieza se me atravesaba, - por su gran dificultad y belleza - como me pasó con “ La Gran Polonesa” de Chopin, se ponía impertinente hasta la osadía. Era su forma de decirme que estudiara más. En ocasiones, cuando tocaba música ligera o popular, como tangos o boleros, ¿sabes lo que ocurría ? ¡No te lo vas a creer! Le cambiaba el carácter, se volvía más distante, más frio. Yo no le hacia caso pero él, se hacía notar. Yo, lo captaba al instante, porque mi corazón latía tan fuerte, que creía iba a saltar de mi pecho. Un buen día, mientras interpretaba una canción titulada “Carpintero, carpintero” de Bonet de San Pedro, comprendí, que todo lo que hacía lo hacía por amor; lo único que buscaba era robarme futuras tristezas a cambio de las suyas. Y, cuando llegaba la hora de cerrar la tapa... sentía como me envolvía con sus notas perfumadas, de cariño y amistad.

 

     Ahora está triste porque lo toco cada vez menos. Sus sonidos traen consigo la gravedad de las esfinges. Los dos hemos envejecido juntos, aunque él, a poco que lo cuiden, vivirá eternamente. Ambos estamos hechos de despertares, marcados por la espesa realidad.

 

       Cuando me diagnosticaron el Parkinson, no sabía el alcance de la enfermedad. Gracias a que soy una mujer que celebra cada día la suerte de vivir, nunca me instalé en la amargura ni en la queja; todo lo afronté con la fuerza de la vulnerabilidad y la responsabilidad de no ser una carga. Pero el deterioro llegó. Un sencillo paseo me costaba una eternidad. En casa, el simple hecho de dar un giro, me desequilibraba. Ante el miedo de una caída el andador se hizo imprescindible; demás, al tener una prótesis de cadera, las dificultades aumentaron.

 

      He sido una mujer incomprendida; víctima inevitable de la posguerra, de la ignorancia de mis padres y del machismo de mi marido. Una se acomoda a todo, sobre todo cuando carece de alternativas; por eso, la llegada de mi única hija fue una bendición. Descubrí que dentro de mi flotaba una luz que me sostenía, y que siempre iba a estar ahí. Mi hija, a la que pusimos mi nombre, nació de pies, lo cual es signo de buena suerte. Tuve un parto muy difícil, dolió como la muerte; hasta que por fin salió de mi cuerpo; lloró suavemente, como un ronroneo gatuno.

 

      Mi madre, o sea, su abuela, buscó en su cuerpecito alguna señal, y la encontró justo encima del pubis, era una manchita en forma de media luna que caracteriza a los seres que están destinados a ser lo que ellos se propongan en la vida, y además , como ser de luz,  podrá viajar a otros planos; porque es así y, no por otra cosa. Mi marido al enterarse de estos vaticinios, nos prohibió que habláramos de esas cosas, los tachó de pasatiempos sibilinos propios de mujeres chifladas.

 

 

     Rosalía, hija, leía todo lo relativo a la enfermedad de Parkinson, me contó que se origina por la pérdida de neuronas de la sustancia negra y otras zonas cerebrales encargadas de fabricar un neurotransmisor llamado DOPAMINA. Si este neurotransmisor empieza a fallar y no segrega la dopamina suficiente, muchísimas funciones corporales se verán alteradas. Las más importante es la motora y la cognoscitiva... pero hay muchas más: crisis de depresión, de ansiedad, problemas del sueño en forma de pesadillas, exceso de salivación, estreñimiento crónico, dificultad en el lenguaje, fallos de memoria y así... un largo etcétera. El problema - me decía - es que cuando se detecta la enfermedad, los pacientes ya han perdido el 80% de esas neuronas. Por eso es de vital importancia diagnosticarla cuanto antes. Los médicos aconsejan prestar atención a los síntomas no motores, como la apatía, depresión, y también trastornos del olfato y sueño.

     Debo señalar, antes de que lo olvide, que mi amiga del alma me dejó atónita cuando un día me dijo:

    - Hay personas que les llega la enfermedad por la edad, otras por factores genéticos, y otras porque sus cuerpos han reaccionado mal a ciertas toxinas ambientales (pesticidas, medicamentos, aguas blandas). Siento dentro de mi una llamada, una voz que me está diciendo que esa pérdida de neuronas se puede detener.

     - Pero tú misma, me has dicho que es una enfermedad irreversible.

    - Sí, lo he dicho. Pero necesito tener más información, saber qué pasará en el futuro, saber si voy a heredarla y sobre todo, saber si habrá avances médicos. Últimamente me está pasando algo muy extraño, oigo murmullos dentro del piano.

 

      Ahí quedó la cosa; nunca más volvió a salir el tema. Hasta que un 8 de Marzo, en plena movilización feminista y a todo grito me dijo : - ¿ Te acuerdas cuando te conté que escuchaba murmullos dentro del piano? , No me pude resistir y abrí la tapa superior, ¿ a qué no sabes lo que me encontré? 

 

      Si un relato supone la invitación a un viaje, una puertecita abierta en el interior de un piano conlleva una aventura arrebatadora y casi adictiva y, aprovechando que mi madre estaba con la cuidadora haciendo sus ejercicios matinales, saqué la bicicleta de detrás del sofá, verifiqué que las llantas estuvieran bien de aire, y de un salto me colé dentro del piano; no tenía ni pizca de miedo, solo curiosidad por saber lo que había al otro lado.

 

     Estaba dentro de un escenario fantástico; al fondo se abría un gigantesco anfiteatro de montañas... atrajo mi atención una construcción singular , no la había visto en mi vida, pero la reconocí al instante. Estaba a punto de subir a la bici cuando escuché:

      -¿ Quién eres?.

       Ante mí, había un gato melifluo, al que le faltaba un ojo.

      - Me llamo Rosalía, como mi madre; y he venido a este lugar, en busca de las futuras y definitivas terapias sobre el Parkinson.

     -¿ Puedo acompañarte ? Me llamo Mizu y prometo serte de gran ayuda. Te enseñaré, que solo hay una forma de entrar, pero muchas de salir.

     Al llegar a la Casona, sólida como un conflicto sin resolver, lo miré con cara de... ¿ahora que hacemos ? . El gato sacó de su zurrón una tiza azul y en un pis-pás dibujó una puerta. - ¡ Voilá! , dijo.

 

      Una vez dentro del edificio , me sentí como si me hubiera despertado en el cuerpo de otra persona y yo no fuera yo, sino una niña idéntica a mi, a la que siempre amaré como una primavera en flor

      ¡Recurramos a las matemáticas! dije, que es lo que suelo decir cuando no tengo ni idea de lo que hacer. - ¡Mizu!, haz el favor de mirar en ese estante ordenado del uno al infinito, mientras yo lo hago en este otro clasificado del infinito al más allá.

       ¡ Ya lo tengo ! … exclamó Rosalía.

     - Ven Mizu, mira estos dibujos. Esta soy yo, y este eres tú , y estos son nuestros lectores. Estoy muy orgullosa de mis emociones, porque no estamos describiendo el mundo que vemos, sino que vemos el mundo que describimos . ¡Es un autentico deja vú! . ¡ Mírame en esta viñeta ! Soy feliz por haber crecido sin internet ni redes sociales.

      - Sabes Mizu, cuando veo esos móviles tan sofisticados tengo la impresión que el ser humano se está pasando de moda. En cambio los libros siempre están ahí. Un buen libro es un compañero del alma, creo que lo dijo Sartre...- pero qué sabrás tú, solo eres un gato tuerto.

- ¡Oh... aquí hay un libro sobre libros! y concretamente habla de enfermedades neurológicas; veamos la edición , año... 2.030:

 

     ULTIMOS DECUBRIMIENTOS SOBRE EL PARKINSON 1ª Parte. CONSEJOS: 1)Los baños calientes ( a 37º) combinados con ejercicios, ayudan a combatir la rigidez muscular. 2) Cuanto más café consuma una persona, menor es el riesgo de desarrollar la enfermedad. - este consejo no me va, el café me quita el sueño y además es malísimo para la asimilación del calcio - 3) Tomar frutos del bosque, como arándanos, grosellas, frambuesas, ricos en flavonoides, llamados - Antocianos- tienen un efecto protector. 4)Una dieta rica en vitamina E (aceite vegetales, frutos secos), también ayuda a prevenir la enfermedad. .2ª Parte NUEVAS TERÁPIAS: Los últimos estudios realizados en Harvard (EE.UU.), y en la Clínica Universitaria de Navarra; ponen de manifiesto, que por fin, han hallado un gen, que permite conocer los mecanismos moleculares relacionados con la degeneración neuronal. Actualmente ya existe un fármaco adecuado a las particularidades genéticas de cada persona. Gracias al estudio del cordón umbilical, se han podido desarrollar dos cosas: por un lado, un mapa genético personalizado , y por otro, las células madre que sintetizarán las proteínas concretas para que esas neuronas vuelvan a funcionar. Podemos decir orgullosos, que la enfermedad del Parkison está totalmente bajo control, o lo que es lo mismo, está erradicada.

 

      ¡ Bien! ¡Bien! Ven, acércate, quiero darte un beso. Eres un gato muy listo y muy guapo. Sabes que en mi casa tengo dos : una se llama Manchita y la otra Negrita ...¡ohhh qué tarde es! . Tengo que regresar antes de que se vaya la cuidadora...menos mal que me he traído la bici. Mizu te echaré mucho de menos, pero puedes estar seguro que vendré a visitarte. Y no estés triste, nunca estamos solos mientras tengamos una buena historia, y a alguien a quién contársela.

 

 

 

 

 

 

 

 

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